Por primera vez en la historia de México una mujer será presidenta. Un hecho que se considera sin duda un gran avance, dado que el derecho al voto femenino se alcanzó apenas en 1953, durante la presidencia de Adolfo Ruiz Cortínez. Desde entonces, las mujeres han conquistado cada vez más espacios públicos y ahora una mujer encabezará el gobierno del país.
Esto, que en términos generales parece una buena noticia, podría sin embargo resultar tan solo un reflejo de la moda de la ideología de género y no una garantía de trabajo eficiente. Para los que creen que con una mujer a la cabeza del gobierno habrá más sensibilidad y responsabilidad, podría resultar una amarga decepción si cuando sea posible medir los resultados de la nueva administración nos percatamos de que no es así.
Hablar en estos términos no es mero pesimismo, sino una evaluación de la realidad, las circunstancias y la naturaleza humana. Porque no hay nada que asegure que las mujeres son más honestas y capaces que los hombres y resulta tan discriminatorio el decir que las mujeres son mejores como lo contrario.
En esta elección en particular habría que añadir que para que la virtual presidenta resultara ganadora existió una influencia no demasiado justa ni legal de parte del actual mandatorio y todo pareciera indicar que su papel será el de gobernar sin salirse de la línea marcada por su patrocinador.
Mientras que hay optimistas que afirman que una vez que deba gobernar sola, Claudia Sheinbaum va a implementar sus propias ideas y conducirá al país por un camino de mayor inclusión y reconciliación social, aquellos con sentido crítico, mujeres y hombres por igual, guardan un sano escepticismo acerca de que eso ocurra.
El género de un mandatario no define lo buen o mal gobernante que pueda llegar a ser. Su formación, capacidad de toma de decisiones, liderazgo, adaptabilidad, comunicación, diplomacia y trabajo en equipo, por otra parte, son competencias que podrían marcar la diferencia y con no son exclusivos de hombres ni de mujeres.
Lo que se ha visto hasta el momento de la virtual presidenta son anuncios de continuación del régimen actual, con lo que se va consolidando la percepción de que nada cambiará por el hecho de que se trate una mujer, pero deberá pasar tiempo para poder juzgar si existe una mejora en la forma de gobernar.
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