Las dos candidatas a la presidencia de México, las cuales encabezan las encuestas, visitaron el Vaticano para entrevistarse con el Papa Francisco, tratando indudablemente de ganarse el favor de la población católica del país, la cual sigue siendo mayoría pese a la indiscutible y progresiva pérdida de adeptos de esta organización religiosa.
Este acto, lejos de ser una señal de identidad con los ciudadanos y de respeto por sus creencias, pone al descubierto la falta de sinceridad de las aspirantes y una completa indiferencia por aquello por lo que el pueblo de México ha venido luchando históricamente desde los tiempos de la Reforma y luego durante la Revolución; la separación de la Iglesia y el Estado y con ello la creación de un estado laico.
Con esto no se quiere decir que el pueblo mexicano sea ateo, aunque una parte sí lo es. Del mismo modo que existen bautistas, anglicanos, testigos de Jehová, evangelistas, budistas, mormones, sintoístas, judíos, adoradores de las deidades precolombinas, wiccas, adoradores de la Santa Muerte y muchos otros cultos más.
Lo que significa tener un estado laico es que cada ciudadano debe ser libre de profesar la religión que prefiera y que el gobierno no debe favorecer ni promover a ninguna religión. También, dada la gran influencia que la Iglesia católica ha ejercido sobre nuestro país, no siempre para bien, declararnos laicos e institucionalizar la separación del gobierno y la religión fue y es una forma de mantener a esta Iglesia con las manos fuera de los asuntos políticos, económicos y culturales de la nación y obligarlos a que se ocupen de lo que en teoría debieran hacer, es decir, en el campo de lo espiritual.
Sin embargo, a este par de señoras próceres de la política les ha parecido muy bien ir a rendir pleitesías al Papa, no como jefe del estado Vaticano, como correspondería si ganan y deben establecer un vínculo amistoso con otra nación del mundo, sino como la cabeza de la Iglesia católica.
¿Qué les importa que una parte de la población mexicana no sea católica?, menos que nada, porque, al fin y al cabo, los católicos son mayoría. Seguro que sus asesores políticos les dijeron que eso era muy conveniente para su popularidad. Y sí, quien no tenga dos dedos de frente se dejará manipular por este tipo de actos de conveniencia.
De la candidata del partido de derecha se puede entender, incluso se puede considerar que para ella esta acción tiene cierto dejo de sinceridad, porque, después de todo, Xóchitl Gálvez se ha declarado guadalupana, y presumiblemente es católica. Reconocer este hecho no quita que ignoró olímpicamente el que México sea un Estado Laico y que obviamente está intentando llevar agua a su molino con la visita al Vaticano.
Pero el colmo de la hipocresía es la candidata de la supuesta izquierda. Claudia Sheinbaum es de origen judío, lo cual no tiene nada de malo, pero, además, ha declarado que no es religiosa, que no es católica. Entonces, ¿qué hace visitando al Papa?, si se trata de mostrar respeto por las creencias del pueblo mexicano, y ya dijimos que en mayor o menor medida existen muchas religiones en el territorio nacional ¿por qué no la vemos visitar a los líderes religiosos de todos estos cultos? La respuesta es por demás pragmática, porque esas religiones no le van a dar tantos votos.
Como si ese despliegue de falsedad y conveniencia descarada no fuera suficiente, los candidatos presidenciales han firmado un “pacto por la paz” con la Iglesia católica. De nuevo, no tiene nada malo la paz, no es negativo que se comprometan en trabajar por ella. Pero ¿en verdad es digno que se firme con la Iglesia Católica?
No, señores candidatos, la dignidad de un Estado Laico requiere que se comprometan con el pueblo, que se supone que democráticamente a través del voto libre los van a elegir, y no con una Iglesia. Sobre todo, cuando hay un espectro variopinto de creencias con más o menos adeptos.
Que visiten el Vaticano da lo mismo para el pueblo mexicano que si visitan Tumbuctú. Mejor déjense de pasear y conozcan la realidad de su propio país y la espantosa situación de inseguridad que se extiende por todas las regiones de este. Responsabilícense y comprométanse con todos y cada uno de los habitantes, sean o no católicos.
No quieran engañarnos simulando espiritualidad y religiosidad que no tienen. Más aún, no es eso lo que buscamos de un gobernante. Buscamos capacidad de gobernar, ideas concretas para mejorar la situación del país, claridad en el manejo de los recursos públicos y eficiencia en la ejecución de las acciones que conduzcan a una mejor calidad de vida para todos los mexicanos.
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