Las corrientes feministas en nuestro país se manifiestan, a veces de un modo por demás violento, por la igualdad de género, reclamando el que, en muchos aspectos de la vida social, las mujeres son discriminadas.
La situación desfavorable de las mujeres ante los hombres es una realidad. Si bien se han creado leyes para proteger a la población femenina de la discriminación, tanto estas como su aplicación han sido insuficientes para modificar de fondo la discriminación que sufren mujeres y niñas, pues esta es de carácter cultural y se reproduce no solo por las generaciones de hombres, sino por las de las propias mujeres.
Debido a la normalización de la sociedad mexicana ante el papel que se asigna a las mujeres, se sigue tolerando que sean cargadas con las tareas del hogar, el cuidado de los ancianos y enfermos, que reciban menores ingresos por el mismo trabajo que hace un hombre y que existan pocas oportunidades para que ocupen posiciones de alta responsabilidad en las empresas.
También existe una clara diferencia en la forma en que son percibidas las mujeres cuando se habla de libertad sexual, siendo éstas juzgadas con mucho mayor dureza que los varones cuando deciden ejercerla, teniendo una vida sexual activa y que la cultura tradicional considera poco apropiada para una mujer.
Por otra parte, algunas de las leyes que surgieron para supuestamente generar una mayor igualdad, lo único que han hecho es profundizar la desigualdad, tratando a las mujeres como seres desvalidos que requieren protección adicional de parte del estado, y que en el ámbito político, con las llamadas cuotas de género y la denominada violencia política de género, ha propiciado que mujeres sin las competencias requeridas ocupen cargos públicos y que se pueda acusar a hombres y restringirles sus derechos políticos con cualquier excusa.
La falsedad pública en cuanto a la igualdad de género se puede ver en aspectos tales como el hecho de que el servicio militar obligatorio solo es obligatorio para los hombres, y ahí sí que no se ven manifestaciones exigiendo que exista igualdad.
También, uniéndonos a la tendencia internacional, hemos creado una categoría de feminicidio, o femicidio, en la cual se castiga más duramente un homicidio si la víctima es una mujer, olvidándonos por completo de la búsqueda de igualdad y que la justicia debería procurarse con equidad para crímenes iguales, independientemente del género de la víctima, cayendo en el extremo de que en ocasiones se reclama tratar como feminicidios también las muertes accidentales.
Otro muy visible ejemplo de la hipocresía cuando se habla de la búsqueda de igualdad es cuando en algunas ciudades, como la Ciudad de México, se establecen vagones de metro y autobuses exclusivos para mujeres por su “seguridad”, como si el transporte público no debiera responder a la necesidad de trasladarse de toda la población, sin segregar en hombres y en mujeres.
Por supuesto que existe violencia en el transporte público y que hay mujeres que han sido acosadas al utilizarlo, pero en vez de tomar medidas como una mayor vigilancia, electrónica y de la policía, y que se mejoren las condiciones de hacinamiento invirtiendo en ampliar el número de trenes, autobuses y corridas ya insuficientes para la población, se prefiere separar a la población por géneros propiciando así una mayor desigualdad.
Y no entremos en la discusión de a qué vagones o autobuses entrarían los individuos que no se identifican en uno de los dos géneros principales determinados por la biología, ya que no acabaríamos nunca.
El punto es que, mientras en apariencia se busca igualdad, no se toman medidas que verdaderamente la profundicen y promuevan para que se viva con equidad, no solo en la política, las redes sociales y los medios de comunicación, sino en los hogares y en la infraestructura económica, social y jurídica.
Quienes pretendemos una auténtica igualdad entre las personas, queremos derechos y obligaciones iguales, no privilegios de un género sobre otro. Ojalá las autoridades y los grupos de poder dejaran de seguir las modas y comenzaran a ver a toda la población como seres humanos más allá de etiquetas de género, ocupándose en construir un país seguro y progresista para todos.
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