Las elecciones en México están ya muy próximas y las diferencias entre los partidarios de las dos principales fuerzas políticas se profundizan con cada día que pasa, cada grupo convencido de que el proyecto de nación que apoyan o que creen apoyar es el mejor, y que el del adversario no es digno de tomarse en cuenta.
Esta polarización existe desde hace tiempo, viéndose reducida en una dicotomía simplista entre los que están del lado de los pobres y los que están por los ricos, los de izquierda y los de derecha, los liberales y los conservadores, como dice el presidente. Casi, casi, los buenos y los malos.
Pero esta visión reduccionista no puede estar más lejos de la realidad. Porque la mayoría de población mexicana quiere una mayor igualdad, pero sin que ello signifique que todos seamos pobres. Muchas personas que pertenecen al pueblo creen que se debe invertir en el desarrollo económico, científico, industrial y comercial del país y eso no los hace de derecha, ni conservadores, ni malvados, ni corruptos.
Los que tienen los ojos abiertos a la realidad pueden ver que la inseguridad va en aumento, que las inversiones productivas han sido insuficientes, que se ha perjudicado el desarrollo de ciencia y tecnología con la eliminación de fideicomisos sin sustituirlos por algo mejor. Que la educación pública con los nuevos libros de texto es una vergüenza y que el sistema de salud no es como el de Dinamarca y no lo será si se sigue como vamos.
Pero también son capaces de ver que el otro proyecto está apoyado por personajes que representan lo peor de la política mexicana. Aunque muchos otros ya están del lado del bando del presidente, pues, como según su partido allí no hay corrupción, al parecer todo el que se les une entra en un proceso de purificación instantánea. Cierto, no hay mucho de donde elegir.
Por desgracia, gran parte de los mexicanos son víctimas de una ceguera colectiva propiciada por el segmento político al que pertenecen. Y así, aquellos que apoyan al actual presidente y su candidata presidencial, no ven que existen malas decisiones y problemas agravados por las mismas. No ven el peligro que se está gestando en contra de la democracia y el federalismo al concentrar el poder en algunos que se creen perfectos, infalibles y dueños de la verdad absoluta.
Este grupo no es capaz de ver que esta concentración de poder está muy alejada de la concepción liberal y que está obstaculizando el desarrollo del país en más de un sentido.
El otro grupo, por su parte, no es capaz de ver los aciertos que sí ha tenido el gobierno tales como los programas sociales y mejoramiento del salario mínimo, así como el impulso a determinadas obras.
Su ceguera, alimentada por el odio a la figura del presidente, los lleva a oponerse sistemáticamente a cualquier propuesta que venga de la llamada cuarta transformación y se degradan queriendo defender hasta lo indefendible: la corrupción y los abusos de los anteriores gobiernos.
Así la decisión en las próximas elecciones para los ciudadanos mexicanos resultará difícil. O fácil, según se vea. Para algunos inconscientes será sencillo, los del partido Morena hasta le han dado en llamar plan “C”, donde exigen a sus seguidores votar de manera unánime por sus candidatos, sin hacer uso del pensamiento crítico y ni siquiera del sentido común. Me pregunto si por la “C” es de ceguera electiva. Debería ser quizás una doble “C”, “ceguera colectiva”-
Y aunque no le den un nombre, los opuestos están prácticamente con el mismo plan, de votar sin reflexionar, sin pensar, arrastrados no por su identificación con un planteamiento ideológico, sino por simple rechazo a los integrantes del otro grupo.
Para quienes no están afectados por esta ceguera política, decidir no será tan fácil, pues pueden ver claramente que ninguna de las dos alternativas ofrece un camino claro y congruente para el progreso del país.
Es en esa encrucijada en la que muchos nos encontramos y en la que no hay otro consejo que valga que el de la propia conciencia, esa que nos lleve a analizar a profundidad los pros y contras del sentido del voto. Ojalá más personas pudieran llegar a ese punto, pero me temo que la ceguera se los impida y, en medio de la neblina electoral, ejerzan un voto completamente alejado de su propósito intrínseco, atentando contra una verdadera democracia.
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