Los medios de comunicación tradicionales en México, tales como la radio, los periódicos y la televisión, han estado ligados a los grupos en el poder durante los diferentes sexenios, lo cual les ha ganado el desprestigio y la desconfianza de la mayoría de la población. Sin embargo, la credibilidad de estos medios, si bien altamente cuestionable, no se puede decir que sea descartable por completo.
Debido al ocultamiento de datos, a montajes que fueron descubiertos y a los pagos que recibieron de parte del gobierno, periodistas de estos medios se encontraron sufriendo del desprecio de una buena parte de la ciudadanía.
Por supuesto que el actual presidente de la república, aprovechó el desprestigio de los medios tradicionales para golpear a los que ahora son oposición y que estuvieron vinculados con dichos medios. También empleo ese desprestigio para descartar como falsa y tendenciosa cualquier información que le fuera adversa y que peoviniera de estos medios.
En medio de esta situación hay contradicciones evidentes que enrarecen aun más el panorama de la información y la crítica política en el país. Por ejemplo, existen periodistas quem cuando sacaron alguna investigación favorable al presidente, fueron altamente reconocidos por el mandatario, pero, al dar a conocer otras investigaciones que lo ponen en evidencia, o a los cercanos a él, ahora son tachados de ser poco profesionales, neoliberales y venderse a la derecha.
Por otra parte, existen los críticos de opinión aparentemente independientes en las redes sociales, que adquirieron un auge sin precedentes desde el triunfo del López Obrador. LA libertad que existe en estos canales no tradicionales ayuda a que estos personajes no sigan la línea editorial marcada por un medio de comunicación, pero esto no los hace precisamente confiables.
Poco a poco se ha vuelto público y notorio que estos medios, asiduos a las mañaneras presidenciales y a publicar notas rimbombantes de halago hacia el presidente y sus partidarios, solo sirven a un amo, y no es la verdad. Si reciben algún pago por su lealtad o es solo por conservar a un público adicto al grupo en el poder, eso lo desconozco, pero en definitiva son poco objetivos, nada profesionales y agresivamente difamatorios con los que piensan distinto.
Así, cuando en los medios de comunicación o en las redes sociales se levantan voces que disienten de la postura presidencial, ya sea en cuanto a las reformas que están presionando desde el poder para que ocurran, la situación grave de la inseguridad en México o temas internacionales como el de Venezuela, desde estos canales se lanzan ofensivas para aplastarlas, descartarlas y azuzar a los fanáticos del López Obrador en su contra.
La manipulación de la información de parte de los medios tradicionales nunca fue buena y definitivamente no es algo a lo que se deba volver. Pero lo que hoy ocurre, con personajes carentes de cualquier preparación periodística o de cualquier otro tipo en la mayoría de los casos, desinformando a la población para sus propios fines y atacando al pensamiento libre, no resulta mejor.
La única forma de combatir la decadencia de la información y la crítica política en México es abordando con mente abierta las ideas que se expresan en cualquier medio y formándose una opinión propia mediante la evaluación de la calidad y no la cantidad de voces que existan en un sentido u otro. Lamentablemente, muchos mexicanos no cuentan con las competencias para hacerlo.
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