El espejismo de la democracia en México.
EL CORREO INDEPENDIENTE

El espejismo de la democracia en México.

Recientemente, el partido en el poder eligió a su candidata para contender en las elecciones presidenciales de 2024. Tal elección, mediante un sistema de encuestas lleno de opacidad y un proceso controvertido, pone en evidencia el estado real del sistema político.

Sam Terrazas | 11 oct 2023


Dedazo, acarreos, influyentismo, uso de recursos públicos, manipulación, fraude. Todas estas prácticas han sido de uso común en la estructura del poder político mexicano desde su nacimiento. Su origen es tan antiguo que resulta difícil imaginar la política mexicana separada de estas prácticas, sin embargo, en la historia reciente del país parecía vislumbrarse cierta luz de esperanza respecto al surgimiento de una forma más honesta de elegir a quienes lleven las riendas del poder.

Con la victoria electoral en 2018 del hoy presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, proveniente de la izquierda y quien había sido víctima en dos elecciones anteriores de las mencionadas prácticas fraudulentas, muchos mexicanos pensamos que se trataba del inicio de una verdadera transformación en lo tocante a la elección del gobierno.

Ahora, en 2023, resulta obvio que nos equivocamos; o que al menos esa transformación será más lenta, pesada, burocrática e inconsistente de lo que se esperaba. Tal vez no debía sorprendernos, dada la larga tradición de tortuguismo de nuestro país. Lo mismo pensaron nuestros lejanos antepasados que lograron la independencia del país y los no tan lejanos que pelearon en la revolución.

Al igual que hoy ocurre, y tal vez peor en aquel ayer, porque en esas luchas hubo abundante derramamiento de sangre, mientras que en la última se invirtió aparte de rebeldía solamente una férrea voluntad democrática, debieron haberse quedado justo como nosotros, con la triste interrogante de ¿y tanto luchar para nada?, porque los cambios están allí, pero resultan muy pequeños y son superados por lo que se sigue haciendo mal.

Porque lo que sigue mal es mucho. En el reciente proceso de elección de “representante de…”, disculpen que me olvide, pero el nombre es ridículamente largo. “Coordinador de los comités de defensa de la cuarta transformación”, espero haberlo escrito bien, se pusieron en práctica todas las artimañas mencionadas al más puro estilo de la vieja y rancia política mexicana.

Propaganda a granel, especialmente de personas que venían de ocupar importantes cargos públicos, financiada solo Dios sabe de dónde, pero dado que el dinero no se materializa del aire, y todo cuesta, es de suponer que los financiaron algunos poderosos intereses o bien lo tomaron de alguna parte. Por no hablar de que la mencionada propaganda es la misma de pésimo gusto que intenta encumbrar al candidato, precandidato o pre - pre- candidato a nivel casi de divinidad.

Declaraciones del ejecutivo mostrando su preferencia por unos o unas o unes, con lo que quienes le siguen ciegamente, pues el pueblo mexicano si algo tiene es, como diría aquel papa famoso “siempre fiel”, estaba atento a dónde señalaba el dedo. Justo como en los viejos tiempos.

Por no hablar de aquella reunión donde al parecer el mencionado líder habló con los aspirantes para leerles la cartilla y repartir puestos de consolación para los que no ganaran. Además de fijar reglas como no debatir entre ellos, que se elegiría por encuestas y no de forma directa, entre otras. En pocas palabras, meterlos al redil.

Esto nuevamente trae recuerdos del antiguo régimen, de esa forma de hacer las cosas que tras la revolución mexicana pareció volverse eterna y donde lo que menos se considera es la libertad de elección del pueblo. Ese paternalismo tan mexicano donde se cree que a falta de una madurez del ciudadano es otro quien debe tomar las decisiones.

Pero eso no acabó allí. En los eventos realizados especialmente por la candidata favorita, no de todos, pero sí de la cúpula del partido en el poder, hubo acarreo manifiesto, el cual se filtró como secreto a voces. Los funcionarios públicos afines al gobierno federal aportaron su cuota y presionaron a las huestes de burócratas a participar en aquellas manifestaciones, quisieran o no, coaccionándolos con sus empleos y beneficios, como también es costumbre.

Las famosas encuestas se realizaron., en algún sitio muy, muy lejano, por personas que, a decir de rumores, llevaban la consigna de conducir a los entrevistados a elegir a quien ya se había designado de antemano. Según se dice hasta llevaban gorras de propaganda.

Pero bueno, eso es lo que se dice, ya que el resto de la población ni siquiera nos enteramos, así que bien puede ser una leyenda urbana. Pero cuando el río suena…

Cuando se anuncia la persona ganadora, de inmediato se comienzan a ver movimientos para la “unidad”, que no ha sido otra cosa que decir a los oponentes de diversas maneras que “calladitos se ven más bonitos”, y a cambio de su buen comportamiento los han empezado a acomodar en distintas posiciones, justo como se había pactado desde antes.

Solo ha habido un personaje incómodo. El excanciller Ebrard, que no quedó conforme con un segundo lugar muy apretado pese a la cantidad de prácticas incorrectas de las que ya hemos hablado, y al que, para rematar, no le permitieron a su equipo estar presente en el conteo final.

Por supuesto, todo el aparato que apoya a la candidata ganadora Claudia Sheinbaum ha intentado desacreditar al disidente diciendo que lo que ha denunciado no es cierto y que es bienvenido alegremente a la unidad.

Lo que no dicen es que les preocupa profundamente que no se conforme y no guarde silencio pues saben que a la gente de su partido. a quienes las prácticas fraudulentas y arcaicas no les cayeron en gracia, van a apoyar a Ebrard si se decide a lanzarse por la presidencia, lo mismo que una buena parte de la oposición a quienes su candidata actual no resulta muy de su agrado.

Mientras tanto los aplaudidores de que las cosas sigan como están atacan en las redes al único que se ha atrevido a denunciar lo que estuvo mal en el proceso y que pide una reposición del mismo. Lo acusan de traidor, de contribuir con la oposición, de romper la unidad.

De lo que no se dan cuenta es de que están reproduciendo exactamente lo mismo que antes criticaron de quienes ostentaban el poder cuando ellos eran oposición. Si mal no recuerdo, hace unos años el hoy presidente reclamaba contar voto por voto, casilla por casilla, entonces ¿reponer un proceso oscuro y tambaleante sería algo tan malo?

Otra bandera enarbolada por quienes defienden el proceso de selección del partido Morena es que ya es tiempo de que gobierne una mujer. Eso solo pone en relieve la falta de madurez humana, ética e intelectual al momento de decidir quién debe gobernar, porque lo único que debe importar al momento de esa elección debe ser la capacidad de trabajo, no el género ni cualquier otra característica.

A este paso terminaremos eligiendo gobernantes por tener el cabello negro o rubio, morenos o blancos, por preferencia sexual, estado civil, si tienen alguna discapacidad o no, si prefieren a los perros o a los gatos como mascotas y así hasta el infinito. Cualquier moda será buena para decir quien debería gobernar.

Si en verdad queremos avanzar en el camino de un cambio social y político estamos en el momento propicio para pensar libremente, objetivamente, acerca de lo que es correcto y lo que no. No dejarnos llevar por lo que determinada persona diga, por más que esa persona tenga grandes méritos, pues a pesar de ellos no es infalible.

Si nos dejamos conducir por la corriente y permitimos pasar las prácticas fraudulentas sin hacer nada, estamos contribuyendo a un nuevo estancamiento del país, un paso, o varios, hacia atrás de la transformación que creímos, quizás ingenuamente, que por haberse iniciado ya no podría parar.

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