Recientemente la jefa de gobierno de la Ciudad de México informó que la alcaldía Miguel Hidalgo rechazó que la estatua de Colón sea colocada en el Parque América, en el andador de Polanco. Esta estatua anteriormente ocupó un sitio destacado en una glorieta sobre Paseo de la Reforma.
Tal monumento está ahora en restauración y aunque la mencionada alcaldía desmintió a la jefa de gobierno capitalino en el sentido de que no se negó a recibir la estatua, pero que el lugar designado no es el adecuado y debería consultarse con los ciudadanos. Lo que sí es un hecho es que tal monumento a Cristóbal Colón no tiene aún un espacio dónde ser ubicado.
Pero ¿por qué motivo quitar el monumento del sitio que ocupaba desde 1877? Si se analiza, ser desplazado de su sitio no es lo peor que pudo ocurrirle a Cristóbal Colón. En los últimos tiempos, los monumentos de colonizadores y conquistadores europeos han sido vandalizados y destruidos por todo el continente americano por diferentes grupos en protesta por los actos de esclavitud, sometimiento, maltrato y exterminio que sufrieron los pobladores originarios a manos de los conquistadores.
La forma en que fue tratada la población aborigen sin duda es digna de repudio. Pero derribando o escondiendo estatuas ¿se cambia la historia? ¿acaso con eso Cristóbal Colón navegará en reversa al continente europeo y la conquista de América nunca sucederá?
Y a más de negar la historia, habría de analizarse si no nos negamos a nosotros mismos, pues como individuos y como sociedad, somos una construcción de los pueblos nativos del continente, pero también, aunque no nos guste, de aquellos que vinieron del otro lado del mar.
Las intenciones de los entonces extranjeros podrían ser diversas y no muy honorables en ocasiones, la búsqueda de riquezas, poder, conocimiento, aventura, sólo ellos sabían qué fue lo que los arrastró en esas embarcaciones frágiles e inseguras para hacer una vida en medio de lo desconocido.
Pero aquellos invasores son parte de nosotros, tanto como lo son los entonces pobladores de estas tierras. Y si vamos más allá, aquellos pueblos originarios tampoco eran del todo amables y pacíficos con sus vecinos.
No puede negársele a Colón el haber sido valiente y lanzarse a buscar una nueva ruta a las Indias. Sí, claro que se le puede acusar de equivocarse y descubrir un nuevo continente por puro accidente, pero incluso por mera casualidad, aquel hombre cambió la historia del mundo. ¿No merece ser recordado?
Los indígenas llevaron la peor parte en el choque cultural de aquel encuentro, eso es indudable y ese hecho tampoco debe olvidarse. Pero regatear los méritos de Colón y el resto de los navegantes en un intento de ocultar una parte de lo que somos y que a los ojos de la cultura moderna no resulta “aceptable” o “bonito” o “políticamente correcto” podría ser un error que termine costándonos caro.
Somos hijos del conflicto, de la contradicción, del contraste entre las personas y sus ideologías. Fomentar el olvido de la historia tratando de maquillar lo que somos, lo bueno y lo malo, nos puede llevar a repetir los errores cometidos.
¿Qué es lo que veremos al mirarnos al espejo?, ¿a un ser que es una mezcla perfectamente integrada de los que estuvieron antes y le dieron origen? ¿o quizás a alguien compuesto de partes que se rechazan eternamente? Supongo que de nosotros depende el aceptar toda nuestra herencia o vivir derribando estatuas.
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