Feminicidios, actos de violencia y discriminación.
EL CORREO INDEPENDIENTE

Feminicidios, actos de violencia y discriminación.

Las muertes de mujeres son noticias cotidianas en nuestro país. Su mera existencia es ya un reflejo de la discriminación, pero la forma en que se les trata y las causas que están detrás de ellos, podrían ser consideradas más discriminatorias todavía.

Ligia Marina | 2 ago 2023


Prácticamente a diario escuchamos noticias de desapariciones de mujeres en nuestro país, y cuando no se trata de desapariciones, lo que se escucha es que un cuerpo ha sido encontrado e identificado como tal o cual víctima femenina, a menudo una que había sido reportada previamente como desaparecido.

Esta violencia en contra de las mujeres en México, que culmina en un homicidio, se ha convertido en una epidemia que se extiende por todo el país, aunque con mayor virulencia en algunos estados de la república, como Guanajuato, Estado de México y Chihuahua.

Estas muertes están profundamente enraizadas con la discriminación que sufren las mujeres en la sociedad y que las convierte en víctimas por su vulnerabilidad, no solo por su biología al tener menos fuerza física que un hombre en términos generales, sino por las condiciones económicas, laborales, educativas y hasta religiosas desiguales que las vuelven dependientes, una suerte de ciudadanos de segunda que viven a la sombra de la presencia masculina en sus vidas.

Porque tristemente, muchas de estas mujeres han encontrado a sus verdugos en su propio círculo cercano y familiar. Han hallado su fin en manos de sus parejas o exparejas, con las que muy frecuentemente han tenido hijos y una pseudo familia. Es decir que, alguien en quien supuestamente podían confiar es quien, haciendo uso de la violencia más atroz, ha terminado por quitarles la vida.

Por supuesto, hay otras víctimas cuya tragedia ha sido encontrar en su camino a un hombre con una absoluta indiferencia por la vida de las mujeres, los que, por desgracia, abundan tanto, que las mujeres no nos sentimos seguras de transitar por las calles de las ciudades de nuestro país, no importa si es en transporte público, a pie o en automóvil particular, y tampoco importa la hora del día, ya que lo mismo da que sea de noche o a media mañana.

Estos hombres, si es que puede llamárseles de este modo, son producto de las condiciones imperantes en la sociedad, la educación, o la carencia de ella, la desigualdad económica, los medios de comunicación que limitan el desarrollo humano, la música que encumbra la cultura de la violencia y la criminalidad, las estructuras que perpetúan el papel de la mujer como un ser que vale solamente en su papel de elemento decorativo o de servidumbre doméstica, reproductiva y sexual.

Y las mujeres también nos vemos limitadas por esas mismas condiciones. Así, cuando se investiga un poco acerca de la vida de las víctimas de feminicidio a menudo se encuentra con mujeres que muy jóvenes se convirtieron en madres solteras, que se fueron a vivir con algún hombre o se casaron muy jóvenes, que igualmente jóvenes, sufrieron maltrato y violencia y siguieron en esas relaciones enfermas hasta llegar a su fatal desenlace.

También se encuentra a algunas que se movían en un ambiente con ciertos vicios, entornos de alcohol, drogas y relaciones con personas que podrían calificarse cuando menos como compañías poco recomendables, o como dirían en nuestras leyes, personas que difícilmente podrían comprobar “un modo honesto de vivir”

Todo esto es resultado de lo ya mencionado, de esa creencia de que, si eres mujer, solo vales en función de tener una pareja masculina, la que sea, o bien debes dedicar tu vida al placer y la diversión, a crearte una falsa imagen de felicidad.

Por cierto, una característica común en varias de las víctimas es esa imagen creada mediante fotografías en redes sociales de mujeres felices, muy guapas, ultra maquilladas y retocadas con cuanto filtro esté disponible.

Mujeres que, pese a su juventud, parecen “muy hechas”, como diría una amiga mía. También es a menudo que, si se indaga un poco en el fondo de la vida de esas mujeres, se llega a encontrar la fealdad y el vacío de sus condiciones reales de vida.

Debido a la gravedad de estos crímenes se ha creado el concepto de “feminicidio” para referirse a estas muertes de mujeres. El feminicidio es un neologismo que proviene del vocablo inglés femicide, que se refiere al asesinato de mujeres por razones de género, fue Diana Russell quien utilizó el término femicide por primera vez en 1976 ante el Tribunal Internacional sobre Crímenes contra la Mujer en Bruselas.  La primera vez que la ley mexicana definió el feminicidio (o más bien la violencia feminicida) fue en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.

El punto de crear esta categoría de homicidios especial es dotarlos de un mayor peso y penas más graves, por considerar que se mata a las mujeres por el solo hecho de ser mujeres. Así que los homicidios de mujeres vendrían a ser feminicidios si a la mujer le dieron muerte abusando de su condición de mujer, es decir, el que un hombre mate a una mujer porque puede hacerlo.

Sin duda, estos crímenes contra las mujeres son aberrantes, pero esa forma de tratarlos, de asignarles penas más altas, es como decir que amenazando a los hombres con un castigo más severo si matan a una mujer estos dejarán de matar mujeres, y francamente no es ese el caso.

Pues como ya hemos dicho, el origen de estos homicidios se encuentra a menudo en la dinámica de violencia en el núcleo familiar, y cuando no es así, los tipos que matan mujeres al azar difícilmente se van a poner a pensar en detenerse porque las penas por feminicidio son más altas.

Debemos actuar en las causas que originan la violencia en nuestra sociedad y no caer en el absurdo que se ha presentado en algunos casos, donde, incluso con alguna muerte accidental de una mujer, se le califica como feminicidio para aplicar una pena más alta.

Ahora bien, si hablamos de justicia para las familias de las víctimas, ¿es que no se merecen la misma justicia las familias de víctimas masculinas?, yo considero que la balanza de discriminación en este sentido se empieza a inclinar del otro lado.

Es decir, que tener leyes diferenciadas para mujeres que para hombres resulta tan discriminatorio como la propia discriminación. ¿O acaso no somos todos seres humanos y valemos lo mismo?

Sí, la violencia contra las mujeres es atroz, los homicidios contra las mujeres son terribles, pero la forma de frenarlos no está en hacer diferencias a la hora de castigar, tan malo es asesinar con intención a una mujer que a un hombre, que a un niño, que a personas de cualquiera de las identificaciones de género que existen hoy en día.

Trabajemos en todo lo que está mal en el entramado social para garantizar la seguridad de todos los ciudadanos, no solo de las mujeres. Si se realiza un cambio de fondo contra la discriminación de cualquier grupo vulnerable los resultados serán más significativos y verdaderos que si se siembra la discriminación desde las mismas leyes.

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