Recientemente, por reforma promovida por el ejecutivo, desapareció el INSABI, Instituto de Salud para el Bienestar y se asimiló al IMSS bienestar, los resultados de esta decisión administrativa aún están por verse.
Mientras los partidos de la oposición vociferan acerca de la carencia de medicamentos en los institutos de salud pública, la desaparición del llamado “Seguro Popular”, programa de los gobiernos anteriores y la escasez de medicamentos incluso en el sistema de distribución de fármacos del sector privado, los afines al presidente de la República pregonan las bondades de todas y cada una de las decisiones del ejecutivo en temas de salud.
Visto el tema de la salud de manera desapasionada y objetiva, encontramos que ambas posturas tienen sus inflexiones de verdad y otras de franca ceguera y falsedad frente a la realidad. Vayamos analizando la situación punto por punto.
Que la corrupción en el sistema de salud y la distribución de medicinas era el pan de cada día en los gobiernos de administraciones anteriores es un hecho bien sabido. Nadie podría negar que el gobierno actual vino a dar un giro a esta situación arrebatando los negocios mal habidos a los adeptos de esos gobiernos corruptos.
Más aún, durante la pandemia, el gobierno actual hizo un manejo bastante razonable habilitando recursos para la atención de la población, negociando la adquisición de vacunas y su distribución en base a los criterios recomendados internacionalmente para ello.
Logró que el país atravesara por ese período de incertidumbre de una forma sostenible, sin incurrir en deudas, lo que hace pensar en que fue una fortuna que esa emergencia no ocurriera en tiempos de otros gobiernos, pues de ser así, la dicha emergencia habría adquirido tintes de catástrofe por muchos años para el pueblo mexicano.
Pero la estrategia en materia de salud sí ha dejado que desear en ciertos aspectos. Se atacó la estructura corrupta de distribución de medicamentes, pero no se previno en construir otra al mismo tiempo, con lo que las medicinas para ciertos padecimientos crónicos han escaseado y sus precios en los pocos sitios en que pueden conseguirse se han vuelto prohibitivos para la población de recursos limitados, que, con el nivel de ingresos actuales, hay que reconocer que somos la mayoría.
No se ha trabajado en mejorar el funcionamiento de los institutos de salud pública y la corrupción sigue campeando en su interior. Así, hay personas que trabajan en dichos organismos que roban los pocos medicamentos que hay para venderlos luego. La atención es deficiente, lenta y francamente insuficiente.
Para quienes tenemos la prestación de salud pública por ser trabajadores es un verdadero suplicio el hacer uso de ella por la burocracia que implica. Así, de no ser una enfermedad muy grave, preferimos optar por cualquier otra alternativa, remedios caseros, consulta privada, lo que sea, con tal de evitarnos el ir a perder el tiempo para recibir una atención más que mala.
Hay contadas excepciones, como es el caso de algunos hospitales de especialidad, pero el conseguir ser atendidos en ellos es un proceso lento que implica tener la paciencia de un santo.
En resumen, es mejor tener algo que no tener nada. Contar con un servicio de salud pública, aunque malo, es mejor que quedarse sin nada en caso de no tener dinero, como es el caso en países como el vecino del norte, donde si no se cuenta con una aseguradora privada que provea esos servicios de salud, la gente no recibe atención médica.
Y entonces llega el momento de preguntarse, si el IMSS no es capaz de proporcionar un servicio médico decente a los trabajadores que aportamos cuotas para su sostenimiento, ¿se podrá garantizar la atención a las personas que provienen de INSABI, antes Seguro Popular?
La respuesta es más compleja que un sí o un no. El destino del servicio de salud pública del país depende de la administración que se haga de sus recursos y de si se realiza o no una profunda reforma al sistema burocrático que hasta ahora se ha mantenido dirigiendo dicho sistema.
Las intenciones de mejorar el sistema de salud existen en el actual gobierno y en muchos de sus simpatizantes, lo que ha faltado hasta ahora, es la eficiencia, la capacidad de llevar a cabo la tan mencionada transformación que, no solo termine con lo que está podrido al interior de las instituciones, sino que pueda construir un nuevo y mejor sistema que reemplace lo que se tiene hoy y que no funciona.
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