Israel y Hamás; una guerra que no es guerra.
EL CORREO INDEPENDIENTE

Israel y Hamás; una guerra que no es guerra.

El conflicto entre Israel y Hamas que parece no tener fin se recrudeció recientemente en una guerra que acapara los medios de información y cuyas características lo hacen distinto de cualquier otro a nivel mundial.

Daniel Paz | 19 nov 2023


Mucho hemos escuchado a lo largo de los años acerca del conflicto en medio oriente, con ataques terroristas, invasiones, bombardeos e intentos más o menos inútiles para lograr la paz. Ahora, en octubre de 2023, un nuevo brote de violencia se está convirtiendo en una horrible situación de emergencia humanitaria.

No es mi intención el plasmar aquí todo el antecedente de las diferencias al parecer irreconciliables entre Israel y Palestina. Las causas políticas, religiosas y económicas que crearon el polvorín en esa región resultan demasiado complejas como para tratar de desentrañarlas y explicarlas. Mencionaré, sin embargo, lo que considero la semilla del conflicto.

Esa semilla es la creación del Estado de Israel. Desde el siglo XIX, judíos británicos abogaron por la creación de un Estado para su pueblo, lo cual, de inicio, es algo completamente justo, ya que los judíos habían peregrinado por el mundo sin tener una nación a la cual llamaran propia. Por aquel tiempo, el Imperio Británico se hizo de los territorios que antes eran del Imperio Otomano y eso facilitó que iniciaran las migraciones de los judíos a la región.

Por extraño que parezca, las primeras migraciones no provocaron el conflicto. Existen testimonios de una convivencia bastante pacífica entre los árabes que habitaban allí y los judíos que llegaron. Fue después de la segunda guerra mundial, sin embargo, cuando entró la política internacional a componer, o más bien descomponer todo.

En su infinita sabiduría, en 1947, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 181, que proponía la partición de Palestina en dos estados: uno árabe y otro judío, con Jerusalén bajo administración internacional. Los judíos aprobaron esto, pues tenían mucho tiempo luchando para poder reclamar su espacio en el mundo. Los árabes, por otra parte, no estaban precisamente muy felices, y con razón.

Muchos árabes fueron despojados de sus tierras, donde llevaban siglos viviendo, y fueron desplazados, con lo que aquello se llamó “Nakba”, que significa “catástrofe”. Cualquiera con un poco de empatía puede comprender lo enojados que debieron estar aquellos que tuvieron que dejar sus hogares y huir dejando toda su vida detrás suya.

Por supuesto, en aquel momento se inició la guerra de Israel contra los países árabes vecinos que, en cuanto a cultura y religión, tenían mucho en común con los árabes de Palestina. Tampoco ayudó a que el recientemente creado país e incrustado a la fuerza en aquel territorio comenzara a extenderse, ocupando cada vez más espacios que fue usurpando a los árabes vecinos.

Así quedó listo el escenario para la serie de conflictos que se han sucedido desde entonces, siendo el último de la serie el ataque perpetrado por Hamás el 7 de octubre de este año y la subsiguiente respuesta de Israel que no se hizo esperar.

Hamás es una organización política y militar cuyo objetivo autoproclamado es la liberación de Palestina. Su nombre es un acrónimo en árabe para el Movimiento de Resistencia Islámica y es considerado un grupo terrorista por muchos.

Sus acciones del 7 de octubre, en las que, burlando las defensas de Israel, incursionó por el mar y en parapente, y lanzó cohetes hacia el territorio israelí, vinieron a reforzar la percepción de su uso del terror para lograr sus objetivos.

Al menos 1.400 personas murieron en Israel, la mayoría durante el ataque del 7 de octubre, incluyendo ciudadanos de varios países. Milicianos de Gaza masacraron a aproximadamente doscientos sesenta jóvenes que participaban en un festival de música cerca del kibutz Re'im​. También hubo toma de rehenes.

Israel respondió con una operación militar denominada "Operación Espada de Hierro" que incluyó bombardeos e incursiones militares en Gaza, territorio ubicado entre Egipto e Israel y epicentro del conflicto, al ser la principal ubicación de Hamás, desde donde lanzó su ataque.

A partir de ese ataque, miles de inocentes habitantes de Gaza, hombres, mujeres y niños, han sido víctimas del fuego israelí. Los heridos, muertos y desaparecidos aumentan cada día y la comunidad internacional ha comenzado a manifestarse en contra de Israel por sus acciones que podrían calificarse de crímenes de guerra, tales como uso de armamento prohibido por los tratados internacionales en contra de población civil, asesinato de personal civil de organizaciones en funciones humanitarias, cerco y corte de suministros como “castigo colectivo.

Los militares de Israel han hecho atrocidades contra la población de Gaza con el pretexto de que los miembros de Hamás se ocultan entre ellos. Aún más, se han filtrado videos donde indefensos civiles son humillados.

Todo esto ha generado que el antisemitismo y el anti-islamismo hayan vuelto a surgir alrededor del mundo, dependiendo de si las simpatías están con uno u otro bando, convirtiendo este conflicto en algo muy peligroso y distinto, capaz de generar un impacto internacional sin precedentes.

La paz tan largamente buscada se ve más lejana que nunca. Los dos bandos tienen sus razones para defender su posición. El pueblo judío merece un país donde pueda vivir y prosperar. Por otra parte, los árabes palestinos fueron despojados de su territorio y progresivamente han seguido siendo desplazados por los israelíes.

Las acciones de Hamás son terribles y definitivamente califican como terroristas. Los ataques de Israel, vistos desde el punto de vista de la población civil de Gaza, no son menos terroristas. Los organismos internacionales y los gobiernos del mundo, así como tomaron la decisión de imponer la creación de un estado judío, debieran ahora asumir su responsabilidad en el origen del conflicto y trabajar por encontrar una solución.

No es algo fácil. Aunque bien pudiera resultar más simple de lo que se cree. Si ya antes judíos y palestinos convivieron en paz, es porque poseen más en común de lo que en el confuso panorama actual somos capaces de ver. Los civiles inocentes de uno y otro lado son muy parecidos y si se les consultara acerca de lo que quieren seguramente que estarían de acuerdo en que desean poder vivir tranquilos y seguros.

Las organizaciones políticas y militares, y los intereses económicos detrás de ellas, son los motores de esa guerra, por supuesto contaminada con la neblina de las diferencias religiosas. Si en verdad se quiere ayudar a pacificar la región, los organismos internacionales debieran comenzar a proteger a la población civil de Israel y de Palestina.

 Trabajar en los elementos que existen en común entre ellos y combatir a los causantes del terror, sean estos árabes o judíos, sería el punto de partida para una paz duradera.

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