La Navidad en el tiempo
EL CORREO INDEPENDIENTE

La Navidad en el tiempo

La forma de celebrar la navidad ha cambiado con el correr del tiempo y varía de acuerdo con la cultura de que se trate, pero algunos aspectos podrían mantenerse inmutables.

El reencarnado | 25 dic 2023


Llega una navidad más, con su tradición y sus festejos, y podrán ustedes preguntarse, y con justa razón, ¿qué puede tener esto de especial para alguien como yo, con varias existencias a cuestas y que puede recordarlas como si hubiera sido ayer?, es algo que les sorprenderá, pues incluso a mí me resulta desconcertante.

El meollo del asunto es que en los primeros tiempos la navidad no era tal, Entiéndase que en el período conocido ahora como “antes de Cristo” o “antes de la era cristiana”, la temporada carecía de todo el simbolismo católico – cristiano que tiene hoy en día en la cultura occidental. Pero eso no significaba que la temporada pasara desapercibida.

Como habitante de las cavernas, en los albores de la humanidad, la llegada de esta temporada, con el invierno en su apogeo y la escasez de alimento, no era precisamente algo para andar cantando y bailando de contento. Si bailabas era para mantenerte en calor y no caer muerto víctima de la congelación. Por otra parte, si la fortuna sonreía a la tribu y se lograba una buena presa, eso sí era un buen motivo de celebración.

Con el descubrimiento de la agricultura todo cambió. Se comenzó a vivir en asentamientos fijos y los lazos al interior de los grupos familiares se volvieron más fuertes. Por supuesto, la explotación y la esclavitud se convirtieron en la forma común de organización social, pero pese a eso, fue en estos tiempos cuando las tradiciones invernales, hoy navideñas, se empezaron a entretejer.

Sé que sonará ridículo, pero aún recuerdo con nostalgia mi existencia como trabajador agrícola en una antigua villa de algún lugar de Europa central. El trato era terrible, la miseria espantosa, las enfermedades se llevaron a la mitad de mis entonces hijos. Lo cual ahora creo que fue una suerte porque fueron doce y ya he dicho que no se vivía bien. Pero así y todo…llegaba el invierno y se podía descansar, convivir y disfrutar de lo poco que había podido guardarse para pasar el invierno.

Aún entonces, en aquellos tiempos carentes de significado religioso y de completa escasez, poder rodearse de la calidez de los seres queridos, convertía estas temporadas en algo digno de apreciar. No voy a mentir, poder comer algo mejor que el resto del año tenía bastante que ver con la percepción de bienestar en esos tiempos.

Pasadas algunas existencias, ya con el auge del cristianismo, la situación para la gente común no cambió demasiado, salvo que ahora había que ir a la iglesia y agradecer a Dios por los bienes recibidos…que seguían sin ser demasiados y producto del trabajo agotador de todo el año. Pero había que hacer eso si no se quería acabar linchado por un grupo de fanáticos religiosos.

Ya antes, cuando se comenzaba con el culto natural de adoración de la naturaleza, los druidas empezaron a adornar algunos árboles, como esto se veía bastante bien y en aquellos primeros tiempos no era muy costoso, los cristianos de Alemania primero y los de otros sitios después, se lo agenciaron, llegando hasta nuestros días como “árbol de navidad”

En las sucesivas existencias disfruté de navidades buenas, ya he mencionado que fueron aquellas cuando había qué comer, otras regulares, donde por lo menos había trabajo y la compañía familiar, y otras francamente malas, donde no había nada, aparte de un frío congelante y un hambre atroz.

Cuando ya se ha transitado por tantas existencias llega el momento en que se comprende que las situaciones pasajeras no importan mucho, pero sí los momentos que se pueden atesorar en el recuerdo, un abrazo, una sonrisa, el sabor del pan recién horneado o de un trozo de carne asada al fuego.  Las cosas más simples son las que le dan su verdadero sentido a la temporada.

Por eso disfruto al máximo de las fiestas en esta vida moderna. Nunca como ahora ha habido tanta abundancia de luces, adornos, festejos, regalos y comida. Hasta los más pobres pueden aspirar a acudir a algún refugio y recibir una cena caliente en navidad.

Las cosas no son perfectas y todavía queda mucho por hacer para una mayor igualdad, pero viendo el largo trecho recorrido por la humanidad, tengo esperanzas en el futuro. Así que espero, con calma y paz en la mente, el corazón, y si, también el estómago, a ver que nos aguardan las próximas navidades.

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