La tecnología, entre el asombro y el temor.
EL CORREO INDEPENDIENTE

La tecnología, entre el asombro y el temor.

Los avances tecnológicos transforman el mundo, a veces para bien y a veces no, por lo que los seres humanos se muestran ambivalentes ante ellos, vacilando entre el asombro y el miedo.

El reencarnado | 2 sep 2024


Últimamente se habla mucho acerca de la inteligencia artificial y de cómo está transformando el mundo, agilizando el acceso a la información y haciendo el trabajo del ser humano más fácil y menos rutinario. Al mismo tiempo, se levantes voces de advertencia que claman que habrá una desaparición de ciertos empleos tradicionales e incluso de otros que no lo son tanto, propiciando desempleo, pobreza y hambruna.

Soy alguien que ha vivido distintas épocas de la historia de la humanidad y que ha visto transformarse el mundo con cuatro revoluciones industriales y con los descubrimientos y avances que ocurrieron incluso antes de eso.

Con cada cambio, he visto mejorar las condiciones de vida de las personas en algún sentido, y al mismo tiempo, he experimentado el temor ante lo desconocido y los efectos adversos de los avances tecnológicos.

Pero comencemos por el principio. Cuando nos volvimos sedentarios y el trabajo manual era todo lo que había para satisfacer las necesidades básicas de alimentación, vivienda y vestido, dicho trabajo adquirió tal valor que los humanos comenzamos, con nuestra ambición natural, a apropiarnos de la fuerza del trabajo de otros. Así, la libertad de los primeros tiempos se perdió.

Una libertad que estaba empatada con una vida dura de cazadores y recolectores salvajes pero libres que no obedecían a nada más que a su fuerza bruta, dio paso a comunidades de esclavos y siervos, con una vida más estable tal vez, pero atada a una tierra y a un amo.

Por los mediados del siglo XVIII, personas de ingenio comenzaron a desarrollar máquinas que funcionaban con carbón y usaban la fuerza del vapor para impulsarse y hacer el trabajo de muchos hombres. Por supuesto que un telar mecánico, por ejemplo, es más productivo y barato que un grupo de hilanderos trabajando de forma artesanal.

Muy práctico en términos absolutos, pero entonces los artesanos que hacían ese trabajo se quedaron sin empleo y sus familias pasaron hambre, al menos hasta que esos hombres y mujeres hallaron otro medio de subsistencia.

En una de mis existencias, a principios del siglo XIX, a mi padre le ocurrió precisamente eso y casi toda la familia pasó hambre. Puedo decirles que yo, un joven en aquella época no sentía precisamente afecto por aquellas máquinas, lo que me llevó a participar de los movimientos denominados luditas, de destrucción de máquinas en protesta por los despidos de trabajadores.

Visto a la distancia protestar por lo inevitable resulta más que tonto, pero cuando uno está directamente involucrado no parece así. Vino luego la segunda revolución industrial, con la invención de la electricidad, y el uso del gas y el petróleo como combustibles. Con surgieron inventos como el telégrafo, el teléfono, el automóvil, y el avión, así como la producción en masa.

Aunque a uno no le guste cambiar un hermoso coche de caballos por un artilugio de motor, llega el momento en que tiene que hacerlo. Créanme, lo he vivido. Y aunque volar sea su sueño y encuentre asombroso mirar el vuelo de un aeroplano, el pánico al treparse a uno por primera vez es muy real por más valiente que uno sea.

La tercera revolución industrial llegó con la energía nuclear. el uso de la electrónica, las baterías de almacenamiento de energía, la informática y otros tantos cambios. Con cada uno, la vida humana se volvió al mismo tiempo más sencilla y más compleja. Con más disponibilidad de satisfactores, pero al mismo tiempo, con más dificultad de ocupar un sitio en el mercado que sea redituable para adquirirlos.

Y entonces llegó la cuarta revolución industrial. Con el internet y la fusión del mundo físico con las tecnologías digitales. LA robótica y la inteligencia artificial ya están aquí y están transformando el mundo, Para bien y para mal, como siempre ocurre con el cambio.

¿Qué si temo a estos cambios? La respuesta es no. La experiencia me ha enseñado que los inventos tecnológicos son tan buenos o malos como el uso que se les dé. Tomemos las armas, por ejemplo, su uso para cazar en los tiempos antiguos y por defensa las hizo un gran invento. Cuando las usamos en la guerra para eliminarnos unos a otros o para cometer crímenes resultan terribles.

La energía nuclear bien empleada para producir electricidad es limpia, barata y eficiente. Usada como arma…que los pobres habitantes de Hiroshima y Nagasaki durante la segunda guerra mundial opinen acerca de eso. ¡Ah, no pueden!, a menos que sean como yo. Y lo mismo va para aquellos que sufrieron accidentes en centrales nucleares como la de Chernóbil.

El internet y las redes sociales son una maravilla como medio de comunicación, pero han promovido el fraude digital, el engaño, el aislamiento, la depresión y los ataques indiscriminados entre seres humanos, abriendo vía libre a los mezquinos que han existido en todos los tiempos.

Ahora con la inteligencia artificial y la robótica se están gestando grandes beneficios para manejar grandes cantidades de información, ser más productivos y con empleos menos pesados físicamente, pero tiene sus bemoles.

Los propietarios de la información faltos de escrúpulos ya la están empleando para manipular y beneficiarse. Los dueños de la maquinaria robotizada ya realizan despidos masivos de trabajadores que no tendrán otra opción que cambiar ellos mismos o perecer.

Además, la inteligencia artificial tiene una cualidad que la hace peligrosa. Es un procesador de datos muy poderoso, pero también inconsciente, con lo cual no sabe lo que es verdad y lo que no, lo que es bueno y lo que es malo. Y somos los humanos los que lo alimentamos.

Si han usado alguna de las herramientas actuales de inteligencia artificial se habrán dado cuenta que se pueden obtener datos útiles o mentiras descomunales. También circulan imágenes completamente falsas pero creadas con tal realismo que muchos se las creen. Esto es muy peligroso.

Otro riesgo de esta nueva tecnología es su uso para sustituir la fuerza creativa del ser humano. Con su inmensa capacidad de tejer palabras empleando estructuras gramaticales a gran velocidad, la inteligencia artificial amenaza a los escritores, poetas y compositores del mundo, constituyéndose en un tremendo plagiario y falsificador, muy difícil de descubrir.

Y si a ese poder digital de le dota de un cuerpo robótico y no se asegura su adecuado funcionamiento lógico y ético… bueno, la peor pesadilla esbozada por la ciencia ficción pudiera estar a la vuelta de la esquina.

Con esto no quiero decir que me oponga a la tecnología. Mis muchas existencias me han enseñado que uno debe adaptarse a vivir con ella. Pero también, como ser humano, sé que debe adoptarse con precaución y eligiendo en qué aspectos de la vida de uno se le debe insertar y en cuales no, ya que, si no lo hacemos, lo que está en juego es nuestra misma humanidad.

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