El pasado jueves 27 de marzo ocurrió un incendio en un centro de detención de migrantes en Ciudad Juárez, Chihuahua, el cual eufemísticamente es nombrado como “Estancia Provisional”.
El resultado de este incidente fue la muerte de 39 personas y lesiones graves para treinta y tantas más, que se encontraban hacinadas y encerradas con candado en este lugar, demostrando así que este supuesto “refugio”, tenía más bien condiciones de cárcel.
Ante la desgracia, y al quedar al descubierto las deplorables condiciones en que se tenía a estos migrantes, las autoridades mexicanas abren una investigación y al momento se han librado seis órdenes de aprehensión, tres contra funcionarios del Instituto Nacional de Migración, dos contra policías de seguridad privada y una contra el iniciador del incendio.
Lo ocurrido es bastante simple, pero no por ello menos lamentable. Las fronteras mexicanas se ven abarrotadas de migrantes centroamericanos, sudamericanos, del caribe y hasta de lugares más lejanos, como África o Asia, todos los cuales buscan cruzar hacia los Estados Unidos en busca de la oportunidad de una vida mejor.
El arribo de toda esta gente, de muy diversas costumbres y valores, sin una infraestructura adecuada para recibirlos, lleva a la incomodidad, inseguridad, violencia y abuso no solo entre los migrantes, sino entre la población local de las fronteras, quienes ven a los recién llegados como una plaga que viene a perjudicar sus ciudades y sus pueblos.
El Instituto Nacional de Migración se ve entonces en la necesidad de intentar controlar esas oleadas de migrantes por el compromiso con el gobierno estadounidense de participar en frenar el flujo migratorio hacia su país y para ello establecen estos centros – cárceles donde hacinan a los migrantes antes de deportarlos a su país, concentrando en el mismo espacio a verdaderos delincuentes y a gente que tramita permisos temporales y está pidiendo legalmente su asilo a los Estados Unidos-
Así, en ese sito en Ciudad Juárez, un grupo de migrantes decidió “protestar” prendiendo fuego a unas colchonetas en la entrada de su encierro. Los funcionarios y guardias no se apresuraron a abrir y de ese modo, con la conjunción de hartazgo, violencia, falta de juicio y negligencia, se desató el infierno que condujo a la desgracia.
Aquellos que serán responsabilizados por los muertos y heridos no son sino el último eslabón de una larga cadena de responsables, pero como siempre, la cuerda se rompe por lo más delgado. Si hubiera verdadera justicia, los enjuiciados serían los altos funcionarios, no solo mexicanos, sino estadounidenses y también de los países de origen de los migrantes, pues son sus decisiones las que han llevado a que la situación de la migración haya escalado hasta esos niveles.
Porque migración siempre va a existir, el ser humano tiene en su interior esa inquietud por viajar a otros sitios a buscarse la vida. Esa ambición que le hace creer que el pasto en el prado del vecino es más verde que en el suyo. Lo que hace que ese fenómeno se vista de desgracia es cuando esa inquietud se convierte en desesperación por sobrevivir,
Cuando la gente migra no porque quiere, sino porque tiene que escapar del hambre, de la guerra, de la inseguridad, de ver a su familia luchando por la supervivencia, es cuando toma tintes de tragedia desde su surgimiento. Porque las personas desesperadas hacen cosas desesperadas, no razonan bien y se convierten en víctimas o en verdugos.
Lo que pasó en Ciudad Juárez, de lo que se dice no debe volver a pasar, lo cierto es que tiene todas las probabilidades de repetirse, tal vez no del mismo modo, pero muy parecido. Ya ha pasado antes. Personas asfixiadas en cajas de tráileres abandonadas en el desierto, otras ahogadas por viajar en embarcaciones inseguras, muertas por patrullas de vigilantes fronterizos, etc.
No se puede frenar la migración, pero sí cambiar el rostro de la migración. Con programas que mejoren la vida de las personas en sus lugares de origen. Fomentando una mayor igualdad económica con empleos mejor remunerados.
Creando redes de oportunidades laborales que permitan la migración ordenada y al mismo tiempo la detención de la criminalidad, ya que como está hoy en día, los controles migratorios suelen ser muy duros para quienes buscan simplemente ganarse la vida de forma honesta, y muy porosos para quienes buscan cometer delitos.
Como un país con una enorme frontera con los Estados Unidos nos hemos convertido en paso obligado de migrantes, esto es un enorme desafío, pero también una gran oportunidad de demostrar que podemos trabajar en la creación de condiciones humanitarias para la migración sin abandonar la seguridad y el resguardo de los propios ciudadanos.
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