Narcocorridos, corridos bélicos y corridos tumbados, son todos ellos subgéneros de música regional mexicana que abordan temas de grupos y personajes famosos del crimen organizado, sus actividades, sus armas y modo de vivir, de una forma popular y llamativa para el público y a los que la moral tradicional quisiera poder borrar del panorama social.
En los últimos tiempos, el gobierno federal y algunos gobiernos estatales han expresado estar en contra de este tipo de expresión, de forma más o menos contundente, mediante declaraciones o sobre medidas punitivas para quienes los promueven.
Hablar de este tema pareciera una distracción, una cortina de humo, tanto así que estuve a punto de ni siquiera escribir al respecto, solo que al pensarlo bien, me percaté que existen temas de mayor profundidad detrás de la cortina, temas sobre los que vale la pena reflexionar.
Para ser claro, los ya mencionados narcocorridos no son, ni de lejos, mi música preferida, pero no porque en lo personal no me gusten y difícilmente tolere escucharlos estando en mis cinco sentidos, querría que fueran prohibidos para aquellos que los disfrutan. Así, este tema aparentemente sin importancia se convierte en un asunto de libertad de expresión.
Los corridos, con o sin apellido, han estado presentes en la cultura mexicana desde hace años, y también desde hace años sus temas han sido para reconocer hechos y personas no del todo pacíficos. Aunque en los viejos corridos no se hablara de narcotráfico, pues este no tema de actualidad, sí se hablaba de tal o cual asesinato, tiroteo, armas de fuego, caudillos revolucionarios, ladrones, asesinos y otros temas de la realidad nacional.
Esta expresión no habla de lo que no existe, nos guste o no, los corridos son un espejo de la realidad. Si hoy tratan de crimen organizado, violencia y muerte es porque en la sociedad de hoy es eso lo que encontramos.
Cuando la presidenta de México aclara que no desea prohibir ese tipo de corridos, luego de que sus palabras de querer cambiar la narrativa de la música regional mexicana se interpretaran precisamente de ese modo, solo implica que está empeñada en construir una realidad artificial desde el oficialismo que se exprese en canciones creadas a modo.
El hacer esto es completamente inútil. La realidad moldea las expresiones culturales y no a la inversa. Poner a un grupo de compositores y cantantes pagados a crear música a modo del régimen no logrará ocultar lo que pasa en la realidad y aunque no se establezcan sanciones en contra de los narcocorridos y quienes los interpretan, lanzar campañas para tratar de manipular el gusto del público es también un atentado en contra de la libertad de pensamiento.
Siguiendo las manifestaciones del gobierno federal y exagerándolas, algunos estados de la república mexicana han decidido imponer multas para evitar difundir la apología del delito en conciertos y espectáculos en vivo.
También se dio el caso del cantante Luis R. Conríquez, quien de voluntad propia se negó a cantar los narcocorridos que lo hicieron famoso el 11 de abril en la feria del caballo en el Estado de México con el resultado de que el público estalló en abucheos, gritos, golpes y lanzamiento de objetos.
El fondo detrás del tema de este tipo de música es que, ya sea que nos guste o no, se trata de una manifestación cultural producto de la realidad social, prohibirlos es un ataque contra la libertad de expresión, sancionar a quienes los cantan es un acto de represión, y tratar de cambiarlos sin antes trabajar en cambiar la realidad es tan solo un maquillaje mal aplicado y una imposición.
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