El tema de la participación de atletas trans en competencias deportivas es, por decir lo menos, debatible. La controversia entre las diferencias biológicas y la percepción del género está cada vez más presente en todos los ámbitos de la vida social, de la cual el deporte profesional es una parte importante debido a su repercusión sobre la opinión pública.
En los recién celebrados juegos olímpicos de París 2024 no participaron mujeres trans. Solo en boxeo se dio la participación de un hombre trans, el filipino, Hergie Bacyadan, mientras que en los pasados juegos de Tokyo 2020 por primera vez una mujer trans, Laurel Hubbard, participó por Nueva Zelanda en levantamiento de peso y fue eliminada en la final de su categoría.
La razón por la que ho hubo más participación de estos atletas en los juegos olímpicos de Paría, fue que varias federaciones internacionales y nacionales, tales como la estadounidense, establecieron nuevos lineamientos para la calificación de los atletas en la categoría femenil.
Dichas normativas van desde pedir a las atletas estar bajo hormonación desde los 12 años, a no superar un cierto nivel de testosterona en sangre e incluso haberse sometido a cirugías de reasignación de sexo.
Estas reglas son consideradas discriminatorias por los grupos defensores de los derechos de las personas trans y apenas suficientes para los que piensan que permitir participar en competencias femeninas a quienes son biológicamente hombres es injusto y hasta peligroso para el resto de las participantes.
En los recientes juegos olímpicos de París surgió otra controversia, y es que dos atletas de las que se afirma nacieron biológicamente mujeres pero con una condición que les hace generar altos niveles de testosterona participaron en los juegos, las boxeadoras Imane Khelif de Argelia y la taiwanesa Lin Yu-Ting.
La Asociación Internacional de Boxeo había realizado pruebas a ambas boxeadores en 2023 y las descalificó después de que las púgiles no pasaron las pruebas de elegibilidad de género, y han declarado que según esas pruebas la sangre examinada corresponde a un cariotipo de varón. En palabras llanas, afirmaron que de acuerdo a las pruebas realizadas ambas boxeadoras son hombres.
El Comité Olímpico internacional, por su parte, permitió la participación de ambas boxeadoras con el resultado de que la taiwanesa Lin Yu-ting conquistó la medalla de oro en la categoría pluma de los Juegos Olímpicos el sábado, un día después de que la argelina Imane Khelif hizo lo propio en la división de las welter.
Por supuesto, la polémica se intensificó alrededor de si fue justo y correcto permitir la participación de estas dos personas en la categoría femenil, pues entre las mismas atletas que contendieron con ellas y el público de París se dio el rechazo a esta situación.
Cierto que debe existir un absoluto respeto a la percepción de sí misma que tenga cualquier persona y de la forma en que decida vivir su vida en sus relaciones sociales, sexuales y familiares, sin embargo, cuando hablamos de competencias deportivas, no parece correcto que se coloque en la misma categoría a personas que biológicamente no son iguales, por mas que su percepción psicológica les diga otra cosa.
Tratando de justificar que las boxeadoras ganadoras de medalla de oro son efectivamente mujeres se han publicado fotografías donde usan atuendos femeninos y maquillaje, lo que resulta paradójico ya que quienes defienden que el género es independiente del sexo biológico afirman también que los roles de género son una construcción social artificial.
En resumen, como humanidad debemos plantearnos si queremos que en las máximas competencias deportivas, donde se premia a los atletas que se esfuerzan al máximo de su capacidad para colocarse a la cabeza de sus pares en el panorama mundial, en la categoría femenina, quienes se lleven la presea dorada sean personas cuya biología revela que son, parafraseando a la Asociación Internacional de boxeo, hombres.
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